Los hermanos no sólo tienen en común los
genes, la cultura, la educación o la clase social, además comparten las mismas
experiencias dentro de la familia y viven los mismos acontecimientos. Cada
persona es única y tiene su propia personalidad, dos hermanos criados bajo el
mismo techo pueden desarrollar formas de comportarse diferentes, sin embargo,
ambos comparten los mismos recuerdos y vivencias.
Según nos cuenta la psicóloga infantil
María del Mar García Orgaz, el hermano durante la niñez es una fuente de
compañía. Entre ellos hay una relación de amor y amistad, aunque también de
hostilidad, rivalidad, competitividad, celos y, en ocasiones, odio. Son
relaciones muy intensas.
A lo largo de la adolescencia, pueden
llegar a ser consejeros o confidentes y convertirse en grandes aliados. Cuando
en la madurez, los hermanos comienzan a formar su propia familia, tienden a
tener una relación de cariño y apoyo hacia tanto hacia el otro como hacia sus
sobrinos. Ya en la vejez, cuando los hijos se han ido de casa y cónyuges o
familiares han muerto, vuelven a tener una relación más cercana, de
entendimiento y apoyo mútuo.
Evidentemente no siempre es así, las
relaciones entre hermanos a veces no funcionan y son tensas o inexistentes. Sin
embargo, nadie debería perdérsela, la relación fraternal ofrece un apoyo único
y muy especial a lo largo de la vida y, muchas veces, están más cerca que los
propios padres. Un hermano puede contribuir a hacer más feliz la vida de uno ya
que proporciona valores tan importantes como compañía, cariño, entendimiento,
amistad, seguridad o comprensión.
mi hermana es como mi mejor y estoy segura que no seria quien soy si no hubiera crecido con ella
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